Con el nacimiento del telégrafo, en 1858, y la conexión de Estados Unidos y Gran Bretaña mediante cables de cobre a través del Atlántico, comenzó un proceso que, en apenas un siglo, ha cambiado los sistemas de comunicación hasta revolucionar por completo las relaciones entre los hombres y las naciones.
El ejemplo pionero de las dos potencias anglosajonas fue seguido pronto por los demás países, que establecieron nuevos vínculos gracias al ingenio telegráfico. Más tarde, la invención del teléfono y la radio vendría a confirmar una aceleración de las comunicaciones que habría de completarse, pasada la Segunda Guerra Mundial, con el lanzamiento al espacio de satélites de gran precisión.
Arthur C. Clarke, el maestro de la ficción científica, describe con gran claridad la historia de ese intento de disolver todas las fronteras y hacer realidad la idea de que todo está interconectado, de que no hay en el universo ningún rincón aislado: el mundo es uno.