Un día concurrimos Carlos y yo con don Rosendo. Un viejo yerbero allegado con el poder de las plantas. La aventura fue desde el primer momento diferente y excéntrica.
Ambos se convirtieron con la ocasión, en preceptores de respuestas ocultas y veladas. El primer encuentro con la infusión de ayahuasca, seria solo el inicio de un largo camino hacía el mundo de los espiritus.