Casi inmediatamente de concluir la licenciatura en derecho en el año 2005, empecé a notar la aparición a nivel nacional de la llamada justicia alternativa. Era algo novedoso por la relevancia que se le daba. Un buen día, sin esperarlo, me topé (literalmente, en el puesto de periódico) con la convocatoria pública para ser facilitadora en el estado de Hidalgo. El primero de mayo de 2009 ocupé ese puesto en la Procuraduría General de Justicia de esa entidad. En ese momento, no sabía muy bien en qué iba a consistir esa actividad y cómo iba a impactar en mi vida. El primer reto y enseñanza de vida en esta labor fue poder realizar un cambio de paradigmas y ese desafío no ha terminado, pues en cuanto se rompe un paradigma, me encuentro con otro o varios consecutivamente, inclusive, este libro puede ser fruto de esa búsqueda de seguir adelante hacia una renovación constante. Consciente de pertenecer a una sociedad en la que según los estudios aún se trabaja muy fuerte para alcanzar la equidad de género, además de ser originaria del valle del mezquital, una de las regiones más pobres del país y, por si estos factores no fueran suficientes, provenir de una familia disfuncional que comenzó paradójicamente a ser funcional cuando mis padres por circunstancias de la vida se separaron siendo yo muy joven y mis tres hermanos más pequeños aún; por lo que este libro al salir a la luz, representa un gran logro, un lujo y una gran responsabilidad. Como profesionista buscaba algo especial para realizarme y lo encontré al convertirme en facilitadora. Al día de hoy, siendo el mes de febrero del año 2017, después de haber escuchado cientos de historias de las personas que se han acercado a los Mecanismos Alternativos y de una capacitación constante, es tiempo de compartir ese aprendizaje y contar un poco sobre algo que ha sido sumamente importante en mi vida y con lo que siempre estaré agradecida.
