El sello más longevo, permanente y fundamental que marca a la sociedad mexicana y le da su textura es el de la desigualdad. Una desigualdad tan abismal que difícilmente se puede hablar de una sociedad medianamente integrada. Por el contrario, México es habitado por clases, grupos y pandillas que carecen de mecanismos de identificación entre sí, porque viven escindidos unos de otros por las oceánicas desigualdades.