Ismael, el niño que nos narra la historia, le debe su nombre a uno de los personajes de ese libro sobre una ballena enorme y blanca, que a su papá tanto le gusta leer en voz alta alguna que otra noche. Ismael imagina cosas todo el tiempo, parece que vive soñando, aun cuando está despierto. Le gusta ir a la escuela porque ahí descubre toda clase de seres extraordinarios: gatos, tortugas, dinosaurios, canguros, peces con alas. Y lo mejor es que todos ellos están en su mismo salón, algunos hasta son sus amigos. Los sueños no siempre tienen que ser pesadillas, también pueden ser buenos sueños, qué digo buenos: pueden ser sueños fantásticos.