En Coyoacán, ese barrio cargado de historia, se incuba una profecía indescifrable. Nadie sabe exactamente lo que sucederá, pero las señales de la víspera son inequívocas. Las expectativas van acompañadas por el temor y el deseo. Puede ser una matanza como la que se vivió en Tlatelolco en 1968, una nueva bonanza económica, un terremoto como el que destruyó parte de la Ciudad en 1985, el nacimiento de una nueva civilización o una sublevación violenta que arrastre al país en su conjunto.
El protagonista central de este acontecimiento es un hombre que se ha disfrazado de un personaje arquetípico del barrio para llevar a cabo su misión. Su responsabilidad es enorme, pero sus herramientas son nulas. No tiene una instrucción precisa. Para cumplir su cometido, tiene que buscar las claves de su encomienda entre las gesticulaciones de los mimos y comediantes, las pláticas de los políticos y empresarios, los balbuceos de los limosneros, el pregón de los ambulantes, las risas de los paseantes y los sueños de todos aquellos que constituyen la carne viva de esta historia.
La escenografía de esta narración desconcertante, envuelta en bruma y llena de sorpresas, es la situación actual del país, su violencia cotidiana, la proliferación del comercio ambulante, la sangrienta guerra contra el narcotráfico, los abusos de sus políticos, la impunidad extendida y la injusticia reinante.
Casi todos los personajes de esta historia son hombres y mujeres de carne y hueso, que aparecen con sus verdaderos nombres.
Los fantasmas también son reales.
Y cuando la profecía se cumpla, todo se desplomará en el olvido.
