EL mensaje de Jesús se dirige a la glorificación del Padre, al cumplimiento de la voluntad divina, a la fundación del reino de los cielos. Junto a esto, lo único necesario, no bay lugar para otro objetivo meramente terreno. «Quien no aborrece a su padre, y a su madre, y a la mujer, y a los hijos, y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo» (Matth. io, 37; Luc. 14, 26).