Las periódicas reposiciones de DON JUAN TENORIO en los escenarios españoles e hispanoamericanos atestiguan que lleva cerca de siglo y medio gozando de una popularidad que lo ha erigido en el título más representado de la historia de nuestro teatro. Sin embargo, ninguna otra obra escrita en nuestro idioma se ha hecho acreedora de tantas divergencias críticas.
En cabeza el grupo de sus detractores el propio Zorrilla, quien proyectó sobre su drama una severa mirada analítica renuente a valorar en él otra ?excelencia? que la del personaje femenino (una doña Inés por primera vez ?cristiana?) y muy dispuesta, por el contrario, a detenerse en los defectos: inconsistencia del carácter del protagonista (reproche que parece apuntar más a sus cualidades morales que a las puramente dramáticas), desajustes en el desarrollo temporal, incongruencias verbales, inverosimilitudes escénicas, inanidad retórica de ciertos pasajes, etc.
La crítica posterior, en general, hizo suya de inmediato y mantuvo hasta prácticamente nuestros días la constatación de estas debilidades, e incluso convirtió en un lugar común la referencia desdeñosa a ciertos aspectos de la obra, entre los que ocupa lugar destacado una versificación que tiende a caer con ostentación en el ripio.