Este niño pequeño tiene muchas excusas para no leer este libro. Porque si hay algo que realmente no quiere hacer, es leer este libro. No lo leerá aunque lo cuelguen de cabeza, amarrado del dedo gordo sobre un precipicio con relámpagos encima y tiburones abajo. Definitivamente no lo leerá. Aunque quizá pase algo que lo convenza: que alguien a quien ame lo lea con él.