Crear de nuevo a la naturaleza con palabras es tarea en que los poetas se han ocupado, y entender y explicar el significado de esas palabras ha sido preocupación de muchos más. Aquéllos, en su recreación, reaniman las apariencias del universo, simulándolas, disimulándolas, aun distorsionándolas; y otros pretenden hallar los mecanismos con que esto se hace, a fin de comprender la nueva naturaleza que resulta pues de la poesía, y a la cual no: siempre es posible acceder a través de las formas no artificiosas de la comunicación.
Entre quienes estudian estos artificios de la poesía, Aristóteles mereció un lugar preponderante, ya que con sus trabajos de retórica y poética no sólo mostro ese camino a los amantes de estas artes en su época, sino que es fundamento de las más importantes reflexiones modernas acerca de la comunicación.
Y la Poética, o lo que de ella quedó, es precisamente la obra aristotélica que contiene de modo específico la doctrina gracias a la cual hoy en día es posible descifrar, por ejemplo, el instrumento poético fundamental, la metáfora.