En cierta ocasión, Winston Churchill, primer ministro de Inglaterra fue invitado a dirigirse a los alumnos de Harrow, la escuela de su infancia. Luego de ser presentado ante los cientos de oyentes que ansiosamente esperaban uno más de sus inspiradores discursos, se levantó y les dijo: Nunca, nunca se den por vencidos. En nada que sea grande o pequeño, sublime o trivial, nunca se den por vencidos, Nunca, nunca, nunca, y se sentó de nuevo. Este brevísimo discurso resume de manera espectacular uno de los más importantes, sino el más importante, secreto del éxito que es el tema de esta obra.