El de Renata era un árbol hermoso. Presidía la casa y le regalaba su sombra. Un día, accidentalmente, el jardinero quiso fumigarlo y terminó con él. La pequeña estaba desconsolada. Su árbol había perdido frondosidad, pero aún conservaba algo de encanto. Un conejo sabía de esto, y entre él, Renata y Sofía lo devolvieron a la vida. ¿Cómo? Transformándolo en los más divertidos juguetes de madera.